MURCIA 19-4-65

"Una faena de las que tienen al espectador en contínua tensión emocional"

6 Toros de D. SAMUEL FLORES
  
    -  Fermín Murillo
    -  El Cordobés
    -  El Pireo

FERMIN MURILLO, EL CORDOBÉS Y EL PIREO CORTAN OREJA.

Comentario a la corrida de toros celebrada esta tarde en Murcia, según la manera de ver de Curro Fetén, servidor de ustedes.

     El coso de La Condomina ha registrado la entrada correspondiente a la presencia en el cartel de tales alicientes como son los tres espadas y el prestigio de la divisa de Samuel Flores, que ha presentado un encierro muy dentro del tipo de la casa, bien encornado y que ha dado en general buen juego, especialmente los toros cuarto y quinto, aunque este último con el defecto de tardear. El primero acusó poca fijeza en el engaño del que salía siempre suelto.

     Fermín Murillo ha lucido mucho al veroniquear a sus dos enemigos. Han sido los lances del aragonés perfectos en la ejecución y en la forma. Se le ve con gran sitio. Ese sitio que tuvo la pasada temporada y que por lo visto en las corridas que lleva toreadas no solo no ha perdido sino que se encuentra mucho más firme y seguro dejando constancia de su línea ascendente en la cotización de públicos y empresas. Su primer enemigo llegó a la muleta sin fijeza, saliendo siempre suelto del engaño, pese a que le toreó y lidió como tales características de res precisaban. Pero fue inútil, el toro sólo pensaba en huir y Fermín logró pases sueltos, excelentes, pero sin la deseada ligazón por la falta de colaboración de su enemigo. Mató de estocada y escuchó una ovación Al cuarto de la tarde o toreó como nunca le hemos visto hacerlo y eso que hemos tenido la suerte de ser testigos de tardes gloriosas del baturro. Porque como ha toreado esta tarde Fermín Murillo, al natural y en redondo, con la seguridad, aplomo y dominio que lo ha hecho hoy, nunca o muy pocas veces lo habíamos visto. Fue una faena seguida con creciente entusiasmo y en la que Murillo toreó como el que más pueda presumir de hacerlo, aunque en él no es presumir sólo, es demostración  de un valor y de un valer que le han llevado a la cumbre de la torería. Dos pinchazos prologaron la gran estocada y dejó´ el premio a la gran faena en una oreja que poco dice de la grandiosidad que revistió toda su actuación. Fermín Murillo paseó en triunfo por el ruedo y al final del festejo fue despedido con una gran ovación.

     Armó El Cordobés el acostumbrado alboroto que le acompaña siempre, cuando recibió al primero de los suyos con unas verónicas que entusiasmaron a sus seguidores y dejaron boquiabiertos a sus detractores. Siete lances enormes en los que El Cordobés puso corazón y arte personalísimo y que sembraron la plaza de ese runrún característico de los grandes acontecimientos. Pero después el toro quedó derrengado de los cuartos traseros y no hubo forma de cuajar la faena que todos esperaban, pues el de Flores se caía de atrás cada vez que intentaba seguir el engaño. Esto enfadó al público y el enfado fue a mayores cuando pasaportó´ al toro de cuatro entradas y tres golpes de cruceta. Al quinto le formó la que no está en los escritos al saludarle con unas verónicas asombrosas  realizarle un terrorífico quite con el capote a la espalda. La faena, brindada al Señor Ministro de la Gobernación, Don Camilo Alonso Vega, fue un dechado de valor, arte y arrojo. En ella Manolo, entre el griterío y apasionamiento de los tendidos, logró pases de increíble ejecución, al lado de naturales y derechazos con remate de pectoral que fueron jaleados por el público puesto en pié. Una faena de las suyas, de las que tiene al espectador en continua tensión emocional. El toro que tardeaba, acometía ante la porfía del toreo que hasta llegó a darle con el pecho en los pitones para provocar la embestida. Pero nuevamente la espada, en dos pinchazos, media y descabello dejó el premio en una oreja que El Cordobés paseó por el ruedo en medio de los más encontrados y apasionados pareceres, no en vano es torero de polémica y apasionamiento.

     Mansón, reservón y con sentido fue el tercero de la tarde que frenó ante los capotes  y salió suelto siempre del caballo. Por la plaza pasó como un soplo de muerte. Todo el mundo vio el peligro del toro, pero ante él había un torero todo cabeza y corazón hermanado con el arte, que no se asustó: Manuel Cani El Pireo. Y con ocho doblones magistrales que sirvieron para encelar y ahormar en lo posible a su enemigo, se echó la muleta a la diestra para torear con reposo y depurado arte al de Don Samuel que tomaba el engaño con cierta aspereza. La muleta a la izquierda. El torero la ofrece como cebo ante el belfo de la res que quiere cogerla. Tira de ella suavemente con exquisito temple y borda unos naturales enormes que cierra con los forzados de pecho de pitón a rabo entre el griterío creciente de la multitud. Vienen después adornos de buena ley y alardes de valor muy medidos y sinceros, para cerrar la gran faena con una estocada de perfecta ejecución de la que rueda el toro. La ovación es enorme, la plaza se cubre de pañuelos e incomprensiblemente sólo le otorga la presidencia una oreja con la que da triunfal vuelta. El que cierra plaza es un toro reservón que hace toda su lidia a la defensiva. El Pireo le porfía valerosamente pero no hay nada que hacer y decide pasaportarlo tras breve trasteo, lo que logra de dos pinchazos y media, escuchando palmas.