LA CRÓNICA: APARICIO, CÉSAR GIRÓN Y ANTOÑETE DAN UNA TARDE MEMORABLE

LA CRONICA:
APARICIO, CESAR GIRÓN Y ANTOÑETE DAN UNA TARDE MEMORABLE
 
LA CORRIDA EN LA MONUMENTAL 7-6-54
                             
Tres colosos, tres matadores de toros que hoy ocupan el centro de la máxima expectación. Aparicio, ciencia, dominio, seguridad. Girón, la revolución, el terremoto, el cataclismo taurino. Cuando él torea, todo lo ficticio, lo sin base ni fundamento sólido se derrumba. “Antoñete”, maestro, artista sin igual. Y seis toros bien presentados de Cobaleda, pero blandos. Con pocas dificultades y si las tuvieron, no las pudo apreciar el público por la completa actuación de los espadas alternantes.
 
APARICIO tiene una casta y un celo de figura del toreo que se crece cuando las circunstancias se le presentan adversas. Con el capote ha toreado científicamente y con la muleta lo ha hecho con dominio y mando. Que es un torero de los pies a la cabeza no hay quien lo dude. Toda su labor ha estado jalonada de continuas aclamaciones de entusiasmo, por lo que ha dado dos vueltas al ruedo en el que abrió plaza, perdiendo la oreja de este toro por no tener suerte con el descabello. Al cuarto de la tarde, le ha cortado las dos orejas y el rabo por una faena en la que el torero se ha picado ante la injustificada actitud de unos señores que ocupaban el tendido cuatro. Y allí salió el torero de casta que encierra Julio Aparicio. Mucho ha gustado y ha dejado su cartel en envidiable altura. 
 
CÉSAR GIRÓN es un torero de los que a la fiesta le hacen falta. Sobre sus zapatillas toreras, tan sentadas, tan quietas, descansa una figura del toreo. César es el acicate, el estimulante de la superación de los demás matadores. Con el capote ha toreado a la verónica portentosamente, pero donde su labor ha alcanzado la perfección suma ha sido con la muleta. El acallar la injustificada e inmerecida bronca al piquero de turno por picar el toro bien, como se deben picar los toros y que con buen criterio el venezolano no pidió el cambio de tercio porque tenía un toro con mucha fuerza como se demostró después, tuvo un mérito incalculable. Y es que cuando se torea con la quietud, el aguante y el mando con que torea este torero, hay que rendirse a la evidencia. Como ha toreado con la derecha y con la izquierda, hay pocos que toreen. Y ese pasarse al toro por la espalda, pero toreado y no el “remanguillé” tan al uso, en el que el toro le pasó embebido en la muleta, fue la locura. Y una gran estocada, con descabello a la segunda y aún la plaza puesta en pie le pide y obtiene la oreja de su enemigo. Pero es que en su segundo se superó, realizando una faena en la que puso de manifiesto que es un torero caro, un torero de cuarenta mil duros. Si bien toreó con ambas manos, lo fuera de serie fue ese muletazo comenzado con la mano izquierda, con el toro a la espalda, para tirar de él en un pase natural de una largura y magnitud única. Una circunferencia perfecta o lo que es igual, circunferencia y media. El público se volvía loco cuando repitió el mismo muletazo como para asegurar que no había sido una casualidad. Pero es que en este nuevo muletazo, al que le ha puesto el nombre de “la currina” en recuerdo de la hijita de su apoderado D. Fernando Gago, el toro le frenó a medio viaje y el torero aguantando como no hay nadie que aguante, con un suave movimiento de muleta, completó el excepcional pase. Una gran estocada de la que rueda el toro sin puntilla y el público, que no daba crédito a lo que veía. Dos orejas y rabo, dos vueltas al ruedo y otra más en unión de sus  compañeros, en medio de una atronadora ovación. El acaparador de trofeos, el torero de la escoba, que barre a todos los que se le ponen por delante, ha tenido una actuación triunfal al lado de dos de las más sólidas figuras de la torería. Y César Girón a hombros por las calles de la Ciudad Condal. 
 
“ANTOÑETE” no ha tenido suerte con la espada en sus dos toros y por ello no ha cortado las orejas. Pero en todo momento ha sabido dar pruebas inequívocas de su alta categoría artística. Ha llevado a los toros al caballo impecablemente y los ha toreado a la verónica de frente y por detrás de forma irreprochable. Y el natural de “Antoñete”, de tres cuartos de hora con prórroga de duración. Ese natural de Antonio Chenel, que no tiene posibles imitadores. Y qué dobladas más sublimes, qué toreras, qué efectivas, dobladas en las que el toro ha salido vencido, derrotado, entregado a la mágica muleta de “Antoñete”. Y esa muñeca con la que abaniquea los toros. Pero la espada, ¿quién fue el que tan mal la templó? Le ha robado las orejas que ya tenía en el esportón. Pero ha sido igual, su triunfo no se olvidará fácilmente y las ovaciones, la música y los olés fueron en verdad fuertes. Dio vueltas al ruedo y fue despedido con una gran ovación.