El Escorial, 10-8-66

Dos verónicas y media en las que el tiempo quedo esclavizado al temple de su capote, cargando la suerte y durmiéndose en la ejecución

Día 10 de agosto de 1966
 
  6 Toros de Carlos Núñez
      -   Antonio Bienvenida
      -   Julio Aparicio
      -   Antonio Ordóñez
 

ANTONIO ORDOÑEZ CORTA DOS OREJAS. JULIO APARICIO, SOBERBIO, TAMBIEN FUE OREJEADO.

Comentario a la corrida de toros celebrada esta tarde en El Escorial, según la manera de ver de Curro Fetén, servidor de ustedes. 30-8-66

     La tradicional corrida de toros de san Lorenzo de El Escorial, es siempre un gran acontecimiento taurino y por ello, a la plaza escurialense han acudido la flor y nata de la afición madrileña. El cartel, interesante por demás, ha hecho que la plaza se llenase. Toreaba Antonio Ordóñez en los alrededores de la capital que en mayo quedó sin paladear su arte por el grave percance del rondeño en Málaga y esto por si solo bastaba para despertar inusitado interés. Y además, junto al rondeño, otros dos maestros, otras dos figuras de la fiesta como son Bienvenida y Julio Aparicio.

     Los toros de los herederos de Carlos Núñez, bien presentados y muy en el tipo de la divisa, han peleado bien con los montados salvo el sexto que salió suelto. Para los de a pie, han cumplido, siendo los peores los corridos en cuarto lugar, que llegó tirando tornillazos u con aspereza en su embestida y el sexto que ha sido mansurrón y cobarde y no ha querido pelear, refugiándose en las tablas.

     El maestro Bienvenida no ha tenido suerte con el lote que le ha tocado. Su  primer toro, pasado de castigo, llegó a la muleta embistiendo con la cara alta y quedándose corto, cortando. Con él ha estado el veterano espada en plan de lidiador y tras breve trasteo,, lo ha pasaportado de tres entradas y dos golpes de cruceta. Al cuarto lo saludó con siete verónicas y media que se jalearon con fuerza. Cumple el toro en varas y llega pegajoso a la franela, tomando ésta con aspereza y tirándole tornillazos. No obstante, le expone mucho en unos muletazos sobre la izquierda y otros derechazos por alto aguantando tarascadas, pero como no se agradecen, monta la espada y lo mata de media estocada y hay encontrados pareceres al enjuiciar la labor del maestro.

     Julio Aparicio arrancó una gran ovación de la concurrencia al saludar al segundo de la tarde con unas verónicas y chicuelinas de gran vibración. Verónicas superiores y chicuelinas de grandes apreturas en las que se fajó materialmente con su enemigo. La faena, brindada al público, la inició el madrileño con cuatro imponentes doblones para ya al son de la música y los oles, torearle de forma impecable sobre ambas manos. Porque esta bochornosa tarde, Julio ha toreado de forma maravillosa al natural. Naturales largos, templadísimos, magníficos desde la iniciación al remate. Naturales de verdad. La mano diestra también ha cantado sus excelencias toreras en redondos y otros por alto muy enjundiosos. Por ello, cuando lo mató de pinchazo y una entera al encuentro, se le otorgó una oreja con petición de otra y vuelta aclamada. El quinto se le cuela por debajo del capote en los lances de saludo. Cumple el de Núñez con los caballos y el de Pardiñas, al son de la música, realiza otra excelente faena con pases sobre ambas manos que se jalean con fuerza. La faena, de oreja, quedó sin trofeos por mor de la espada y Julio fue aplaudido tras finiquitar a su enemigo de tres entradas y dos descabellos.

     Había ya mostrado su arte extraordinario el torero de Ronda al meter su capote en su turno de quites al segundo de la tarde. Ordóñez prologó su magistral lección de temple, que vendría después en su primer enemigo, con este quite maravilloso. Dos verónicas y media nada más, pero dos verónicas y media en las que el tiempo quedo esclavizado al temple de su capote y que se acogieron con grandes oles. Después, en su primero, una sinfonía torera de inimaginable belleza. Una obra torera completísima. Sin intervención del peonaje, recogió al tarifeño con cuatro verónicas  y media de las suyas. El toro intenta mirar lo que ocurre al otro lado de la valla, pero de nuevo el mago de Ronda le somete con su capote y borda otras seis verónicas templadísimas que al ser rematadas con la media ponen al público en pie. Una sola vara toma el toro a petición del espada que vuelve a poner la plaza boca abajo al instrumentar cuatro verónicas y media superlentas cargando la suerte y durmiéndose en la ejecución. Con poca fuerza llega el toro a la muleta, con tan poca, que al tercer ayudado el toro rueda por el suelo. Pero aquí fue donde el arte y el temple magnífico de Antonio de Ronda se hizo más patente y a fuerza de torearle con mimo, con suavidad, le cuajó una faena en la que el temple, la asombrosa lentitud en el discurrir de la tela, puso hondos acentos a su toreo. Con gusto exquisito fue bordando naturales, derechazos y de pecho de enorme calidad. No se puede torear mejor, más lento, templado, con mayor gusto que como ha toreado esta tarde Antonio Ordoñez. Y como a las grandes obras hay que ponerles remate, una gran estocada en la que Ordoñez se recreó, marcó los tiempos a la perfección y cruzando limpiamente con la vista en el morrillo, enterró todo el acero en la misma cruz. El maestro de Ronda, apoyado en la barrera, vio morir al toro a sus pies y en medio de gran entusiasmo se le otorgaron las dos orejas con fuerte petición de rabo y dio aclamada vuelta al ruedo. El sexto sale suelto, se queda corto y acusa genio en su mansa condición. Tres varas saliendo suelto y evidenciando su querencia al refugiarse en las tablas. Trata Ordóñez de sacarlo a los medios, pero el intento es vano, el toro vuelve a su querencia. Allí le busca el artista, le porfía y hasta le casa muletazos sueltos. Le expone una barbaridad, pero ante lo inútil de su empeño, lo mata en la suerte contraria de pinchazo, estocada y dos descabellos y escucha una ovación al término de su actuación.

     Y nada más, hasta mañana a esta misma hora, Curro Fetén, servidor, les desea a todos muy buenas noches.-