Castellón. Feria de la Magdalena 26-27 febrero y 5 de marzo

Ni un ruido, ni una palabra rompía el alucinante silencio, viéndole pisar firme, estoico, un sitio en el que la vida y la muerte juegan su suerte al filo de la navaja.

        
                  
LOS FESTEJOS DE LA MAGDALENA.
 
Día 26 de febrero  de 1967. Toros de Marqués de Albayda para LITRI, ANTONIO ORDÓÑEZ y EL VITI
           
Comentario a la corrida de toros celebrada esta tarde en Castellón, primera de su feria, según la manera de ver de Curro Fetén, servidor de ustedes.- 26-2-67
 
Se ha puesto el cartel de no hay billetes. La plaza lucía en todo su esplendor, no en balde, se inauguraba oficialmente la temporada con una corrida en la que se habían dado cita tres figuras preeminentes de la fiesta: Miguel Báez “Litri”, Antonio Ordóñez y Santiago Martín “El Viti”. Día de fiesta grande para este último domingo de febrero. En un palco, las reinas de la fiesta, las “gayateras” y en la plaza, tres reyes del toreo.
 
Pero este primer festejo de las fiestas de la Magdalena, ha estado a punto de irse al garete por mor y causa del deficiente juego que han dado las reses del Marqués de Albayda, especialmente las tres primeras, que por su nula fuerza y deslucido juego, han puesto al público aficionado y a los toreros de punta. El tercero de la tarde fue retirado a los corrales y tras correrse el turno, se dio suelta en sexto lugar a un sobrero de Aleas, manso. 
 
Descubrir a estas alturas el valor indomable, la casta, el sentido de la responsabilidad, el pundonor torero del hombre de Huelva, es tanto como hablarles a ustedes de la luna. Miguelito Báez se ha apretado en los lances de saludo y en el quite al toro que rompió plaza, entre el general contento del público entregado. Pero pese a que buscó por todos los medios el lucimiento a la hora de empuñar los trastos toricidas, no pudo haberlo, pues el toro, además de quedársele cortísimo, doblaba las manos al menor esfuerzo y hasta se tumbó a echar una siestecita y todo. Pero el choquero continuó muy valiente toreando sobre ambas manos, rematando al deslucido animal de pinchazo y media en buen sitio. Naturalmente, se pitó al de Albayda en el arrastre. Al cuarto le saludó con unos buenos lances no bien hubo pisado la arena. Se veía venir el triunfo grande. Se mascaba el litrazo y vaya si llegó. Miguel estuvo en tono mayor, en gran son de torero tremendo y emocionante. Torero de corazón en el que la verdad siempre marcha por delante. Y vino una faena emotiva, dramática en muchos momentos en la que toreó por ayudados y naturales de largo cite y derechazos de buen corte, que entusiasmaron muy justificadamente. La plaza era un manicomio de oles y ovaciones y es que la entrega de Miguel, caló hondo en los aficionados. Mató de media bien puesta y se le otorgó la oreja de su enemigo, mostrada por El Litri en una celebrada vuelta a la candente. Un triunfo grande, pregonero de otros muchos que vendrán.
 
Antonio Ordóñez ha estado sin suerte en el lote que le ha deparado la fortuna. El primero toro, a duras penas se mantenía en pie y su segundo se vino abajo estrepitosamente. Pero el rondeño ha estado en la plaza con ese inmenso caudal de su toreo, que se ha manifestado en las verónicas de saludo a sus dos enemigos. Verónicas de abierto compás, de cargazón natural de la suerte, que han sido como invisibles riendas que mantenían en pie a sus enemigos al conjuro de un temple y un arte maravillosos. Después, su primer toro era un toro a contraestilo, deslucido a más no poder, en el que el genial artista sólo pudo mostrar su calidad en pases aislados. Lo pasaportó de cuatro entradas y a esperar al quinto de la tarde. 
 
Y salió el quinto. Revuelo en los tendidos ante la contemplación del arte de privilegio del de Ronda, que torea a la verónica con una solemnidad y una hondura únicas. Y la franela a sus manos. Unos por alto, de cartel de toros y como remate, un trincherazo de los suyos. Ya la tiene formada. Suena la música, el público se le entrega y Antonio dibuja, borda, cincela, seis derechazos en los que no cabe mayor temple ni mejor gusto. Esto de torear con gusto como él lo hace, es muy difícil, tanto que en el toreo, desde que el toreo existe, lo han logrado muy pocos. Música, oles largos y acompasados como largos, rítmicos y sentidos son los pases. El rondeño adelanta el engaño, prende a su enemigo en él y el temple hace su aparición, el toreo cobra grandeza en una y otra serie más. Todo camina hacia el triunfo de clamor, pero el toro, falto de casta y de raza, se aparta de la senda y se viene rápidamente abajo, dio en no embestir y la obra cumbre queda incompleta. Una estocada, un tanto desprendida y algunos pañuelos reclamando el trofeo que no se otorga. Escucha una gran ovación con salida al tercio. 
 
A Santiago Martín El Viti le han sacado en hombros. Y le han sacado por méritos propios, por imperativo de su ciencia torera, de su valor y de su arte. No le han ayudado los toros, pero él, en el sexto de la tarde, se ha sabido labrar un éxito memorable. Su primero de salida echaba las manos por delante y doblaba. Fue devuelto a los corrales en medio de gran bronca. Se corrió el turno y saltó a la arena el que debiera haberse corrido en sexto lugar. Un toro manso, que se duele al hierro y que se echa también una siestecita. No podía haber lucimiento pese a que el de Vitigudino se esforzó como siempre en ello. Pinchazo bueno, estocada marca de la casa y descabello a la segunda. El sobrero de Aleas salió haciendo cosas que pregonaban a gritos su condición de manso. Tres veces salió suelto del caballo y por fin toma una vara. Desencanto en los tendidos. Con un toro así, nada había que hacer. Pero nos equivocamos todos. Todos, hasta el toro, que creía que podía huir de la muleta que tesoneramente le presentaba el torero charro. Y a fuerza de poderío, de dominio, de saber, Santiago realizó una de las mejores faenas y de las más meritorias que le recordamos. Fue enseñar al toro a embestir, convencerle de quién era el que mandaba en la plaza, con tres dobladas por bajo en las que el toro se quería ir, que no quería saber nada con la mandona muleta. Tuvo que ir tras ella, obligado, dominado y toreado por la sabiduría de El Viti. Y después, a torear. Pero a torear por todo lo grande, por todo lo bello y puro del toreo. Primero fue la derecha, después la zurda la que dictó normas de la más añeja torería. Una faena compuesta de pases perfectos, largos, en la que lucían con buen aire belmontino, tres molinetes como brillantes montados al aire. Se hablará por mucho tiempo de la bondad de sus naturales, la belleza de sus redondos, de la emoción de la ligazón en sus pases de pecho, peso más se hablará de esos tres brillantes que fueron los molinetes que esta tarde ha dado El Viti en esta plaza castellonense en la que todavía parece flotar el arte y la figura del “Pásmo de Triana”. Faena ligada y completísima que tuvo como remate unos ayudados enormes y el airoso juego de unos abaniqueos que acabaron de colmar el entusiasmo. Y cuando cuadró el toro, entre los sombreros que había caídos en la arena, ejecutó Santiago la suerte suprema en un pinchazo soberano y una estocada entera que puso al público en pie. Una oreja, otra y la salida a hombros triunfal.  
              
 

SE GARANTIZA LA EMOCIÓN.

Día 27 de febrero  de 1967.   6 Toros de María Montalvo para JULIO APARICIO, PALOMO LINARES  y PEDRIN BENJUMEA  que toma la alternativa
            

Comentario a la segunda corrida de toros de la feria de Castellón, según la manera de ver de Curro Fetén, servidor de ustedes.- 27-2-67

Se garantiza la emoción. Esto es lo que deberían decir los carteles feriales inmediatamente debajo del nombre de Pedrín Benjumea. Una emoción tremenda, sincera, de verdad. Una emoción que nace más allá del tópico y de lo corriente. Una emoción que deja al público sin aliento para jalear, para aplaudir. Emoción tremenda.

Porque ver a este torero, a Pedrín Benjumea, ante los toros, no es apto para cardiacos. El ánimo se queda en suspenso, no se puede articular palabra y sólo cuando el torero nos da la pausa al finalizar las series de muletazos a la res, respiramos hondo. Aquí, en este primer doctorado que nos trae la temporada, hay un hombre que sabe transmitir a los tendidos su verdad torera, esa verdad que llega al aficionado con la fuerza de la auténtica entrega. Es como un legionario vestido de luces, al que la propia muerte no importa porque a fuerza de tratarla, de estar con ella todos los días, no le da importancia.

Pedrín Benjumea camina por paso seguro sobre las huellas de los califas toreros, por las sendas llenas de dificultades de los toreros tremendamente emotivos y por ello tremendamente importantes de la fiesta. Había momentos en que el público, con esa captación que tiene siempre de la tragedia parecía sobrecogerse por su enorme valor. Ni un ruido, ni una palabra rompía el alucinante silencio, viéndole pisar firme, estoico, un sitio en el que la vida y la muerte juegan su suerte al filo de la navaja.

Hoy en tarde de tanto compromiso, Pedrín Benjumea se la ha jugado todo a un envite y por fortuna ha salido triunfador. Malas cartas en sus manos –un primer toro de AP llamado “saleroso”, marcado con el número 222 y sus buenos tres montones de mansedumbre, que le hacía salir suelto del caballo, embestir arrollando, con la cara alta y probando en su corta embestida. Y un sexto toro que le coge dos veces por el pitón derecho y se queda también muy corto- pero ha sabido jugar la baza de su valor y ha vencido en toda regla.

Con el capote se ha hecho ovacionar con fuerza en sus dos enemigos, pero a nuestro juicio, las verónicas que instrumentó al que cerró plaza, fueron las más logradas. Y con la franela, sus dos trasteos han tenido esa fuerza arrolladora, ese llegar a los tendidos de forma sobrecogedora. La mano izquierda y la diestra han sido fieles ejecutoras del más emotivo toreo que su cabeza y corazón dictaban. Y así, entre música, oles y alboroto general han discurrido sus dos trasteos muleteriles en los que la emoción ha ido del brazo de la mejor ejecutoria torera. Un toreo de zapatillas atornilladas y asustantes apreturas, pero también un toreo en el que los pases salían limpios, perfectamente iniciados, rematados y ligados en un terreno que parecía imposible.

Su primero no se deja matar, echa la cara arriba en el momento de cruzar y no deja al torero meter el brazo. Tiene que entrar a por uvas en cuatro ocasiones y descabellar finalmente. Pero su labor había calado hondo y se le premió con una gran ovación, teniendo que recorrer el ruedo en triunfo. Al sexto, tras una gran labor, lo mató de forma imponente de una estocada en todo lo alto y un golpe de cruceta y esta vez sí, esta vez se le otorgan las dos orejas y el rabo y en medio de gran entusiasmo se le paseó en hombros por el ruedo y le llevaron así hasta el hotel.

Padrino de la ceremonia de alternativa del de Palma del Río, fue el madrileño Julio Aparicio. Ya se sabe que Aparicio es un maestro. Se sabe también que torea como el mejor artista y se sabe que su afición es mucha, tanta que le hace seguir al pie del cañón cuando nada o casi nada le queda por ganar en el toreo. Pero las cosas son así y Julio Aparicio es torero porque los que le nacieron torero y gusta estar haciendo gala de su juvenil veteranía por los ruedos de España.

Es bonito y admirable que un hombre, una figura del toreo de las proporciones del maestro de Pardiñas, se complazca en lucir su arte y su maestría tarde tras tarde. El día que toreros de su corte falten en los ruedos, a fiesta habrá perdido mucho. Esta tarde ha toreado soberbiamente con el capote. Lances medidos, templados. Verónicas en las que  ha sabido llevar embebidos a sus enemigos y con la franela, naturales largos y templados, que han tenido sobre todas las virtudes la de su propia sencillez. Sin forzarse, con naturalidad, Julio ha jugado la mano izquierda de forma portentosa, imprimiendo a la suerte toda la grandeza de su personalidad. La diestra ha sabido también exponer el mejor toreo en unos redondos de magnifica ejecutoria y los pases de pecho han sido como la rúbrica gallarda de su actuación. El tener que intentar en tres ocasiones el descabello tras la estocada, le han privado del corte de oreja en el segundo de la tarde, pero en el cuarto, al que ha matado muy bien de pinchazo y estocada, ha cortado una oreja con petición de otra y triunfal vuelta al ruedo.

Y qué decirles de Palomo Linares. En verdad que he de confesar que no sé qué decirles para que no piensen que exagero o que me he vuelto loco. Para contar lo que hemos presenciado esta tarde, me faltan palabras y me sobra fantasía. Porque decir que con el capote ha toreado a la verónica como los ángeles me parece poco. Pero sí. Y con la franela, cómo explicarles la belleza, largura, profundidad y temple que ha tenido su toreo al natural. La suavidad, ligazón, armonía y ritmo que han tenido todos sus muletazos. Faena cumbre de un artista en plenitud de su oficio y de su inspiración creadora. Cada pase duraba una eternidad y cada uno de ellos era un tratado de tauromaquia. Faena de pases largos, sentidos, gustados por el propio torero. Y por si fuera poco, a la hora de la verdad, la estocada fulminante. Una estocada entregándose para que el momento fuera más emotivo. Toro y torero ruedan cada uno por su lado, el uno para morir, el otro para culminar su obra. Dos orejas, el rabo y el delirio. Una faena para deleite propio y de todos los aficionados.

Y en el quinto, otra oreja por una faena alegre, pinturera y variada en la que Palomo dejó oir su eco de torero grande al torear sobre una y otra mano con ese aire de figura impar que tiene el crío. Pinchazo, estocada y vuelta al ruedo entre el clamor general que continuaba al final del festejo cuando salió en hombros de la plaza.

Una pareja interesante: Palomo Linares y Pedrín Benjumea y un maestro en la plenitud de su arte: Julio Aparicio.

Se lidiaron toros del hierro de AP, los tres primeros y otros tantos de Montalvo que, salvo el primero de la tarde, no ofrecieron dificultades.

Y nada más. Hasta el próximo día 1 de marzo en que iniciamos nuestras emisiones diarias, les deseamos muy buenas noches a todos.-

                    
 
EL CORDOBES VUELVE A PISAR LOS RUEDOS TRAS SU FUGAZ RETIRADA
 
Día 5 de marzo  de 1967.     6 Toros de Pío Tabernero de Vilvis para ANTOÑETE, DIEGO PUERTA Y EL CORDOBES
           
Comentario a la corrida de toros celebrada esta tarde en Castellón, tercera de su feria de la Magdalena, según la manera de ver de Curro Fetén, servidor de ustedes.- 5-3-67
 
Cartel de no hay billetes. Expectación extraordinaria. Antoñete, Diego Puerta y El Cordobés, que vuelve a pisar los ruedos tras su fugaz retirada. Fiesta grande en la región levantina. Pasión inusitada en los tendidos, repletos desde mucho antes de que diese comienzo el festejo. Los toros son de la prestigiosa vacada salmantina de Pío Tabernero de Vilvis y no tienen otro defecto que la flojedad, pero sin ofrecer mayores dificultades para los artistas actuantes. Hubo el caso insólito de que al sexto toro lo retirasen a los corrales tras haber sido picado y banderilleado,, pues al segundo muletazo que le propinó el de Palma del Río, rodó por los suelos. El sobrero, de Osborne, cumplió, pero al final del trasteo se mostró un tanto quedadote. 
 
Antonio Chenel, “Antoñete” ha tenido una espléndida actuación en sus dos enemigos. El primero de su lote, que cumplió con los montados, llegó al trance final flojo de remos pero el madrileño, llevando la muleta a media altura, le instrumentó una torera faena de la que destacaron unos pases sobre la mano diestra que arrancaron la música y ovaciones. Muy torero y centrado se mostró Antonio, que estuvo en plan de torero artista. Mata de dos pinchazos y media estocada y hubo triunfal vuelta para el maestro. 
 
Pero donde Antoñete alcanzó un triunfo extraordinario fue en el cuarto de la tarde, al que toreó muy bien a la verónica y le realizó una magnífica labor muletera. El toro, que peleó con poca codicia con los jacos, tenía querencia hacia los adentros y allí le supo buscar Antonio para realizarle una faena grandiosa de fondo y de forma. Una labor muletera en la que templó y mandó de forma colosal haciendo crujir los tendidos ante la grandiosidad de su toreo sobre la diestra y al natural. Faena de pases largos, hondos y sentidos en la que Antoñete se deleitó con su propio arte haciendo que el público se le entregase sin reservas. Mató de pinchazo, estocada y descabello y paseó por el ruedo las dos orejas de su enemigo.
 
Cuando se quiera hablar de los artífices con el capote, habrá que apresurarse a mencionar a este torero sevillanísimo que responde con el nombre de Diego Puerta. Porque lo que ha llevado a cabo esta tarde con el capote en sus dos toros es para merecer que su nombre figure al lado de los mejores intérpretes del toreo de capa. Con los pies juntos, cargando la suerte, Diego ha bordado verónicas en las que la gracia del torero sevillano ha sido su mejor bandera. Verónicas de gracia alada, de olor y sabor sevillanísimo que han levantado al público de sus asientos. Y en los quites, insuperable en uno por chicuelinas de apreturas asustantes pero dadas con tan buen aire torero, que el arte emergía sobre la honda emoción que las apreturas producían. Las ovaciones han sido continuas y los oles atronadores. Toreo de capa de Diego Puerta, un piropo torero de sinigual armonía. 
 
El primero de Diego, tras cumplir con los montados, se vino abajo mediado el trasteo muletero. Pero hasta que eso ocurrió, el de San Bernardo toreó con esa gracia y esa arrogancia que le distingue. Toreó por alegrías, pero con pellizcos de emoción, de hondura de unos derechazos templados y largos y unos naturales plenos de gallardía. La música acompañó toda su labor y cuando mató de pinchazo, media y dos golpes de cruceta, paseó por el ruedo la oreja del de don Pío.
 
Ya tenía el triunfo en la mano. Ya había logrado emocionar a los aficionados por esos caminos de valor y arte que pisa con tanta frecuencia. Pero no es torero que se conforme con tales logros y se apretó a realizar una faena en la que la emoción y el mejor toreo caminaron estrechamente por el mismo sendero. Y el entusiasmo del público por el sevillano cuando Diego se complacía en torear superiormente por derechazos y naturales, algunos con cite de frente que remataba con forzados pases de pecho de cabeza a rabo. Y hubo también como remarte, unas pinceladas de la más florida escuela sevillana que acabaron por colmar el entusiasmo. Mató de pinchazo y una gran estocada y paseó por dos veces por el ruedo mostrando las dos orejas y el rabo de su enemigo, en tanto que de los tendidos bajaban oleadas de fervientes ovaciones. Sigue siendo “Diego Valor”, pero con más arte que nunca. 
 
No hay que decir que la expectación de la corrida estaba centrada antes y durante, en la persona de El Cordobés. El Cordobés se va. El Cordobés vuelve. Hay ganas de ver qué es lo que de verdad hay de todo ello. Lo que hay de sincero en su ida y en su vuelta. Se fue por un mal sueño y ha vuelto para quitarle el sueño a muchos. Y para dárselo también a otros muchos. Y ha vuelto dispuesto, sin arriar en ningún momento su bandera de triunfo, invicta en centenares de combates. Ya está El Cordobés en los ruedos. Felicidades. Sus partidarios le aclaman. Sus detractores le atacan con saña. Pero él sigue su camino. Un camino que le lleva recto y seguro al corazón de las masas. 
 
Se decía que las plazas las llenaba El Cordobés con sus miles de partidarios, con el concurso involuntario de sus detractores. Sea como sea El Cordobés sigue en su puesto de privilegio, Un sitio que ha ganado con muchos esfuerzos, a fuerza de jugarse tarde tras tarde la vida.
Hoy en Castellón ha vuelto a triunfar como era de esperar. Sus enemigos podrán ponerle todos los peros que quieran, pero no pueden negar que la masa sigue con él, que le admira hasta la idolatría y que él sabe darle a su público y al aficionado todo cuanto es y cuanto representa en la fiesta de los toros. 
 
Y la ha formado buena. Una de esas actuaciones de auténtico alboroto en las que Manuel Benítez deja a las gentes frenéticas de entusiasmo. Con el capote ha escuchado fuertes oles en los lances de saludo y al quitar en apretadas chicuelinas. Y con la faena ha llevado a cabo dos trasteos del más puro corte cordobesista, en las que manolo ha pisado su terreno de angustia. Dos faenas en las que no ha dado un momento de reposo a la emoción y en las que ha toreado cuanto le ha venido en gana. Incansable en el exponer, ha muleteado sobre ambas manos, de pie y de rodillas y sus desplantes rabiosos han puesto al público en pie de guerra. Pero la verdad es esta: Media estocada y descabello y dos orejas con petición de rabo en su primero y pinchazo y estocada en el que cerró plaza con otras dos orejas. 
 
Todo sigue igual. El torero entregándose como siempre y el público entregado a su valor y personalidad. Al final del festejo los tres espadas fueron sacados en hombros.  
 
Y nada más. Hasta mañana a esta misma hora, Curro Fetén, servidor, les desea a todos muy buenas noches.-