LOGROÑO, FERIA DE SAN MATEO 21 A 25 SEPTIEMBRE DE 1967

Hoy han podido ver sus eternos detractores, los cantores de sus tardes sin fortuna, que El Cordobés torea porque para, porque templa, porque manda y porque remata a la perfección todos los muletazos.

 

 

Día 21 de septiembre de 1967: Toros de Francisco Galache para Diego Puerta, Paquirri y Ángel Teruel

LOS TRES ESPADAS SALEN DE LA PLAZA EN HOMBROS EN UN GRAN ENCIERRO DE GALACHE 
 
Comentario a la corrida de toros celebrada esta tarde en Logroño, primera de su feria de San Mateo, según la manera de ver de Curro Fetén, servidor de ustedes 21-9-67 
 
La lluvia que se ha enseñoreado durante toda la mañana del cielo riojano, no ha impedido que la plaza de toros de Logroño registrase el primer lleno de su feria. El cartel era en verdad interesante y los toros de don Francisco Galache, excelentemente bien presentados. 
 
Abrió su capote Diego Puerta para saludar al primero de la tarde, al que corrió magistralmente Almensilla, para instrumentarle siete verónicas y media de remate que provocaron la primera gran ovación. Y es que el sevillanísimo artista ha toreado esta tarde con el capote con tal gracia que el público se le ha entregado a las primeras de cambio. Tras tomar la res dos varas y prendérsele dos pares, dio comienzo el de San Bernardo su labor muletera con unos doblones excelentes para continuar después, pese a que el toro llegó tardeando al tercio final, toreando con superior empaque en series de pases en redondo muy toreros y otros muletazos de las mas diversas marcas, construyendo una alegre y pinturera labor. Mató de pinchazo, media y descabello y hubo para el de Sevilla una gran ovación con saludos desde el tercio. La formó buena en el cuarto de la tarde, al que toreó a la verónica de maravilla, lo llevó al caballo con unas chicuelinas galleadas y le hizo un quite por  tales lances, tan saleroso y apretado  que la ovación fue de gala. Y con la muleta se arrimó como una fiera  toreando de forma superior sobre ambas manos entre el delirio creciente de la parroquia que no se cansaba de aplaudir. Fue la de Diego Puerta una faena soberbia en el fondo y la forma en la que junto a su gallardía legendaria, hizo gala de un arte depuradísimo que cautivó a todos. A tan completa  y emotiva obra torera, puso remate con unos adornos de buena ley y cuando pasaportó a su enemigo de una  gran estocada con refrendo de descabello, se le otorgaron las dos orejas y el rabo de su enemigo, dando dos triunfales vueltas al ruedo y siendo sacado en hombros al final del festejo y llevado así hasta el hotel, en un último homenaje admirativo. 
 
Mala suerte de Paquirri con el acero. Y decimos esto porque de haber estado más afortunado a la hora de matar en el primero de su lote, lo hubiera desorejado sin duda alguna, pues su actuación fue en verdad vibrante y emotiva. Dio comienzo con dos largas afaroladas de rodillas, para continuar después toreando muy bien a la verónica y por chicuelinas galleadas que se ovacionaron, al igual que las que instrumentó en su turno de quites. Con la franela y a fuerza de valor, arte y poderío, realizó una meritísima faena en la que toreó cómo y cuanto quiso, luciéndose sobremanera al ejecutar series de pases en redondo, naturales, molinetes, de rodillas y otros muletazos muy lucidos y toreros. Una gran faena que no se vio premiada con trofeos por precisar de tres pinchazos y estocada de la que salió rebotado. Una gran ovación con petición de oreja premio su excelente actuación y Paquirri dio la vuelta al ruedo al término de la cual se retiró a la enfermería en donde le apreciaron un varetazo en el mentón. En el quinto volvió a torear muy bien con el capote pero el toro, pese a no haber tomado más que una vara, llegó al trance final aplomado, con corta acometida y sin posible lucimiento. Se imponía la brevedad ante tal marmolillo y Paquirri lo mató de media estocada hasta la yema. Una gran ovación le acompañó en la celebrada vuelta al ruedo. Banderilleó a sus dos toros con su habitual pericia y maestría, ganándose en ambos unas sonoras ovaciones. Al final fue paseado en hombros por el ruedo. 
 
Ángel Teruel ha cautivado a los aficionados riojanos  que han quedado gratamente sorprendidos con su elegancia innata, su majestad, su maestría y su señorial empaque de figura cumbre del toreo. Es un privilegio  su forma de torear esta tarde a su primero. El temple admirable del que hace gala con capa y muleta, su dominio y facilidad en la ejecución de todas las suertes del toreo, hacen de este joven matador de toros, una figura de excepción, un torero de proyección extraordinaria. Un torero como la copa de un pino, que tiene metido todo el toreo en su cabeza. Cabeza que manda, corazón para ejecutar lo que le ordena y un gusto exquisito para llevar a cabo los más ortodoxos postulados del toreo. Sus derechazos de temple infinito, sus naturales lentos y majestuosos, sus pases de pecho, los trincherazos, los medios pases, los recortes, los desplantes y sobre todo el sentido admirable que tiene de la medida, hacen de él una figura de época. Torea con gusto, con rereo, para sí mismo y al torear así, para su deleite, deleita a todos con la firmeza y la suavidad de su toreo. Un prodigio de criatura. Por todo ello, por su forma admirable de torear al tercero de don Paco Galache, al que ha banderilleado superiormente y ha matado de forma colosal, le han otorgado las dos orejas con fuerte petición de rabo y triunfal paseo por la redonda. El sexto embiste con la cara alta, sosamente y se queda corto, pero con este toro también ha dejado constancia de su saber, su suprema facilidad, de su arte y de su temple extraordinario, al construir una meritísima labor muletera en la que de nuevo ha brillado el temple majestuoso de su muleta, que ha bordado redondos y naturales de calidad, que se han premiado con música y ovaciones. La forma con que les anda a los toros, su seguridad y firmeza, entusiasmaron a los aficionados, que tras pasaportar a su enemigo de media estocada, se tiran a la plaza y le sacan en hombros mostrando la oreja otorgada y así le llevan hasta el hotel. 
 
La corrida de Francisco Galache ha peleado bien con los montados y no ha ofrecido para los de a pie dificultades insalvables. 
 
Día 22 de septiembre de 1967: Toros de Murube para Antoñete, El Cordobés y Víctor Manuel Martín
EL CORDOBES CUELGA EL CARTEL DE NO HAY BILLETES CON UN DESCASTADO ENCIERRO DE MURUBE 
 
Comentario a la corrida de toros celebrada esta tarde en Logroño, segunda de su feria de San Mateo, según la manera de ver de Curro Fetén, servidor de ustedes.- 22-9-67 
 
Con buen tiempo y lleno rebosante se ha celebrado la segunda corrida de la feria de la capital riojana. 
No nos ha gustado la corrida de don Carlos Urquijo de Federico (Murube) y no nos ha gustado porque salvo el toro lidiado en último lugar, no han tenido ni casta ni fuerza, han peleado siempre a la defensiva y ha habido toros que han desarrollado mal estilo y sentido. 
 
El primero de la tarde salió frenando en los capotes y escarbando, repuchándose también en la única vara que tomó. A la muleta del madrileño llegó con acusada aspereza, genio y corta arrancada, revolviéndose en un palmo de terreno. Menos mal que enfrente tenia a un torero de amplios recursos como Antoñete, porque de no ser así, el toro hubiera dado mucha guerra. Pero el espada madrileño lo supo entender, poderle, en una palabra y a fuerza de exponer, logró una faena de gran mérito en la que se jugó la piel y todo lo demás al torear sobre ambas manos entre oles y música. Esta faena de Antonio ha sido de las más meritorias que le hemos visto esta temporada porque en ella tuvo que sacar a relucir todo su poderío, maestría y arte para lograrle los lucidos muletazo que cuajó. Un pinchazo y una estocada bastó para finiquitar a su enemigo y fue ovacionado. Al cuarto lo saludó con cinco verónicas que se jalearon. El toro, muy blando de manos, tomó una sola vara y el espada, tras brindar al respetable, inició su trasteo con tres ayudados por alto soberbios en los que cargó la suerte colosalmente. Continuó toreando por suaves muletazos sobre la diestra y naturales en los que el toro por la falta de fuerza y de raza se le quedaba corto, acabando por ponerse a la defensiva, haciendo imposible el lucimiento del artista, que finiquitó a su enemigo de pinchazo y excelente estocada. 
 
Muchos partidarios tiene El Cordobés, pero también lo que Manuel Benítez tiene son enemigos irreconciliables, gentes que creen sentar cátedra de aficionados al negarle todos los méritos. Esto lo hemos podido comprobar una vez más en esta segunda corrida de San Mateo. El de Palma del Río había formado una escandalera al saludar al primero de su lote con cinco verónicas y media de remate portentosas. Una sola vara tomó el Urquijo y Manolo le hizo un apretado quite por chicuelinas que entusiasmó. Su labor muletera la inició con su personal pase del molinillo, para continuar con cuatro estatutarios de quietud marmórea, que cerró con el forzado de pecho de pitón a rabo. La plaza era un manicomio cuando entre música y oles atronadores continuó toreando con temple, mando y suavidad por derechazos largos y templados  y naturales en los que pese a que se enemigo se le quedaba corto, lograba terminar el pase con limpieza. El sitio que pisó, su sitio y la extraordinaria limpieza que revistieron los muletazos, hicieron que la plaza fuera un clamor de ovaciones que llegaron al colmo cuando hizo alarde de su valor en molinetes de rodillas y otros por alto muy apretados y emotivos. Era una gran faena, un faenón de los suyos, de los que enardecen a las multitudes, solo faltaba que coronase su obra con la espada. Cuadró el toro, se perfiló en corto y por derecho y enterró todo el acero en el morrillo del Urquijo, descabellando acto seguido al primer empujón. Se desataron los entusiasmos, la plaza se cubrió de pañuelos en demanda de trofeos y la presidencia le otorgó las dos orejas. Pero entonces, cuando Manolo las mostraba a la multitud, hicieron su aparición los eternos reventadores, aquellos que quieren presumir de buenos aficionados negándole a este torero el pan y la sal. Protestaron airadamente, en tanto que la mayoría de la plaza aplaudía al torero, éste, contrariado, saludó y se metió entre barreras y ahí fue donde una gran ovación hizo romper filas a los antis y el Genio de Palma del Río fue obligado a salir de nuevo al tercio y dar una clamorosa vuelta al ruedo. El quinto era blando de manos, no tiene fuerza, la suficiente para mantenerse en pie pese a que solo le pusieron una vara. Suaves tanteos de Manolo que, llevándolo a la muleta a media altura con mimo y temple, logra sacar al inválido varias series de pases sobre ambas manos hasta que el toro se cae. Y como no puede hacer otra cosa con tan deslucido animal, lo mata de otra superior estocada y se le ovaciona en tanto que el toro es pitado en el arrastre. 
 
El tercero de la tarde fue saludado por Víctor Manuel Martín con unos lances que se jalearon, pero el toro, tras tomar dos varas, llegó a la muleta con corta acometida, se vino abajo y no hace otra cosa que andar. Dobladas para ver de encelarlo y naturales en los que el toro al quedársele debajo le busca y no pasa. Nada hay que hacer y para colmo de males, a la hora de matar, le tira la cara arriba y le espera sin  dejarle meter el brazo. Esto hace que entre pinchazo y pinchazo y numerosos descabellos, por taparse el toro, pase el tiempo y suenen dos avisos. Escuchó protestas. Pero en el sexto Víctor Manuel Martín dejó constancia de su clase extraordinaria al torear superiormente a la verónica y al llevarle muy bien al caballo con unos lances por delante tan eficaces como toreros. Dos varas tomó el de Urquijo peleando bien y el diestro ras brindar al respetable se dispuso a sacarse la espina de su primer enemigo y llevó a cabo una brillantísima labor muletera. Una faena compuesta de muletazos largos, templados y pausados en los que dio referencia exacta de su arte y elegante estilo de muletero. Sus derechazos suaves, perfectamente iniciados y rematados y su mando magistral, hicieron que la plaza le aclamase puesta en pie. Faena de altos vuelos en la que ya tenía los máximos galardones en la mano cuando nuevamente la espada vino a torcer el signo triunfal de la faena. Resultó atravesada en el primer envite, precisando de otra y cinco descabellos, por lo que el premio quedó en una gran ovación de despedida. Pero en los aficionados quedó el gusto de su admirable labor torera, pregonera de lo que puede llegar a hacer este torero. 
 
Y nada más, hasta mañana a esta misma hora, Curro Fetén, servidor, les desea muy buenas noches a todos.- 
 
Día 23 de septiembre de 1967: Toros de Felipe Bartolomé para Paco Camino, El Cordobés y Antonio León. 
 
CLAMOROSO TRIUNFO DE EL CORDOBES QUE SALE EN HOMBROS EN LA CAPITAL RIOJANA 
 
Comentario a la corrida de toros celebrada esta tarde en Logroño, tercera de su feria de San Mateo, según la manera de ver de Curro Fetén, servidor de ustedes.- 23-9-67 
 
Aquí, en la cincuentenaria plaza de toros de Logroño quisiéramos haber visto hoy  a esa legión de anticordobesistas, a esos millares de detractores que tiene el torero de Palma del Río. Los quisiéramos haber visto para observar su reacción ante la gran tarde que ha tenido el genio Benítez en una tarde redonda, completa en la que Manolo ha toreado por todo lo grande y por todo lo bello y emotivo del toreo, aunque sin apartarse de su estilo personal, inimitable.
 
Esta tarde ante dos toros con edad y trapío, ha dado una lección de poderío, de valor y de torería. Cuando ya ha rebasado sin esfuerzos aparentes el centenar de festejos, parece que se encuentra en los inicios de su temporada y no en el término de ella. Llegar a estas fechas y con tantos toros despachados, con la fuerza, el sitio y el celo que él tiene, es dificilísimo. Pletórico de afición y de casta,  parece ser un matador que busca sitio entre los elegidos, uno que precisa de arrimarse, de triunfar en todos los toros para consagrarse como figura del toreo. Ver esto es muy difícil, tanto que muy pocos toreros pueden hacerlo, por muy grandes que sean o hayan sido. Desde que vino al toreo, para bien de la fiesta, ha actuado todos los años en más de noventa festejos por término medio. Esto por sí solo habla de su poderío, su oficio y  su constante entrega. Y decíamos al principio que quisiéramos haber visto a los anticordobesistas hoy en la plaza de la capital de La Rioja para que de una vez comprobasen que en El Cordobés hay un torero de unas dimensiones extraordinarias. Esta tarde entre el entusiasmo de la multitud que llenaba la plaza hasta la bandera, Manolo ha toreado superiormente con el capote y con la franela llevando a cabo dos grandiosas faenas en las que, haciendo gala de su quietud única, ha templado y mandado sobre sus enemigos a los que ha llevado superiormente toreados en series de pases en redondo de gran hondura y naturales en los que ha jugado la mano de forma admirable. Dos faenas tan ligadas, tan medidas, que han constituido un todo armonioso que ha entusiasmado al aficionado. Hubieran podido ver sus eternos detractores, los cantores de sus tardes sin fortuna, que Manolo torea porque para, porque templa, porque manda y porque remata a la perfección los muletazos. Dos faenas cimentadas en una ortodoxia torera de enorme valor y cerradas con esos alardes personalísimos de sus molinetes de rodillas, sus pases de pecho en cadena y sus desplantes valerosos pero, volvemos a repetir, la base, el fundamento de ellas, lo que ha encendido las ovaciones en los tendidos, ha sido su toreo sobre la derecha y al natural, sus pases circulares, los de pecho. Lo demás ha venido a ser como la sal y la pimienta del guiso sabrosísimo y jugoso del toreo de verdad, del toreo eterno. Mató a su primero de media y una entera y le otorgaron las dos orejas con fuerte petición de rabo. Al sexto, al que realizó la mejor faena de su vida, le cortó una oreja por precisar de media, una entera y dos golpes de cruceta. Pero todo era igual, el público enfervorizado saltó al ruedo en medio de una lluvia de sombreros y prendas de vestir y le sacaron de la plaza en triunfo. Si esto lo hace en Madrid, el cordobesismo hubiera ganado su batalla definitiva. Lo hará, ya lo creo que lo hará y entonces los dinamiteros de su fama, los quintacolumnistas de su gloria, los cazadores de glorias ajenas para crearse la propia, quedarán en su sitio. Don Ricardo, admirado K-Hito, usted que es cordobesista convencido, qué pena que no lo haya visto. Curro Castañares y la afición de Logroño le pueden dar amplia referencia del suceso. 
 
Primer espada de la terna y en tantas otras cosas, fue el sevillano Paco Camino. El de Camas ha tenido poca fortuna con el lote que le deparó el azar. Un primer toro blando de manos, que embiste con la cara alta y engancha el remate de los muletazos al derrotar alto y un cuarto  áspero que también tira la cara arriba y además tardea mucho. Con el primero estuvo muy bien en las verónicas de saludo, en las que jugó los brazos con elegancia y excelente estilo: Después, pese a que el toro le frenaba, le realiza una buena labor muletera con pases sobre ambas manos que se jalean para pinchazo y estocada. En el cuarto le ovacionaron unas verónicas de superior calidad y ya con la franela, pese a las dificultades de su enemigo, realizó una brillante labor. Derechazos largos y templados, naturales de perfecto y acabado remate, fueron acogidos con las mayores muestras de complacencia. Fue la faena de un gran torero. De un torero que sabe lo que se trae entre manos y de un torero que toreó con un sentido de lo auténtico admirable. De ella nos quedamos con el toreo al natural. Unos naturales de Paco Camino en los que llevó embarcado a su enemigo templándole hasta más allá de lo imaginable. La música y los oles acompañaron toda su extraordinaria labor y sin duda alguna hubiera cortado las orejas d de haber tenido mayor fortuna con el acero, pero no fue así y la cosa quedó en petición, una gran ovación y saludos tras pasaportar al de Felipe Bartolomé de media estocada y dos golpes de cruceta. Pero esos naturales...cosa buena. 
 
Antonio León es un matador de toros local  que torea poco, aunque como suele ocurrir, es merecedor de hacerlo mayor número de veces. Se mostró valiente y torero en el segundo de la tarde al que saludó con verónicas de muy buen ver y con la franela se apretó de veras en una valerosa labor desarrollada sobre ambas manos. No estuvo acertado con el acero, pues atravesó a su enemigo en la primera estocada, logró una entera y descabelló al tercer golpe. Se le ovacionó. Al quinto le hizo una excelente faena con pases de las más diversas marcas, instrumentados con reposo y quietud, templando y mandando como los buenos. Una estocada y ocho intentos de descabello dejaron el premio en petición y dos vueltas al ruedo. Al final sus paisanos le pasearon en hombros por el ruedo. 
 
La corrida de don Felipe Bartolomé, muy bien presentada, cumplió con los montados y para los de a pie, dieron el juego que queda reseñado en este comentario.